De nuevo a tierra cálida y todo vuelve a cambiar

Como les venia contando, todo iba de maravilla, pero como ya han de saber, en mi vida, en mi viaje, todo siempre tiende a girar una y otra vez, sobre su propio eje, pero esperen, que no quiero saltarme nada…

En aquellas semanas, pocos días antes de la llegada de Sara, había llegado al hostal David, el nuevo voluntario argentino, con quién en pocos días, nos volvimos familia junto con Giulia, la primer huésped que conocí al llegar allí, y con la que empezamos a compartir todas las comidas y largas horas de charlas e infinitas risas.
Fue con ellos, y gracias a ellos, que conocí los pocos aspectos turísticos de la ciudad que llegue a conocer, entre el trabajo y el voluntariado, y gracias a ellos también, que mis días fueron tan placenteros.

Cada dia, planeábamos una comida mas y mas rica, y esperabamos sorprender a los otros con algo para el postre o algo asi. Algunos al leerme, pueden pensar que exagero al utilizar la palabra familia, pero como llamarian ustedes a las personas que, al llegar cansado del dia de trabajo, te están esperando con una deliciosa comida en la mesa, un pan recién horneado y la pava en el fuego para unos ricos mates?

A medida que se terminaba el mes, se acercaba mi despedida de la ciudad, y aumentaba mi cercanía a Ecuador, y desde luego, a Sara. Pero a penas cuatro días antes de que partiera en ese destino, recibí un mensaje de inseguridad de su parte, pidiéndome no verme tan pronto, debido a que necesitaba más tiempo para aclarar su mente.
El mensaje me cayó como baldazo de agua helada, y no solo por el presunto romance cuyo cauce francamente imaginaba muy diferente, sino además, por todo mi plan de viaje. Es cierto que yo no había decidido mi próximo país en función de ella, pero también es cierto, que ante diversas oportunidades y ofertas que había recibido, si había hecho oídos sordos por aquella ilusión.
En aquel momento de recibir sus palabras, me invadieron cientos de opciones todas a la vez, lo que me abrumó incluso más que el desamor, ya que en tres días máximo, debía abandonar el país o bien, sacar una visa, y de repente no tenía ni la menor idea de que haría.

Esa noche, al llegar al hostel, me esperaban las dueñas para reunirse con migo, y entre varias palabras y frases decorativas, me echaron debido a que mi cama se la habían alquilado a un huésped y eso les redituaba más que mi trabajo. Yo había planeado irme de allí el Domingo, pero ellas me pedían de buenas a primeras que el mismo Jueves desocupara la habitación.
Con todo esto, entendí que necesitaba tomar perspectiva antes de tomar una decisión, perspectiva que el tiempo honestamente apretaba demasiado, pero que era por demás necesaria ante tanta cantidad de opciones. Así fue que durante el insomnio nocturno, tuve una larga charla con David, y para no hacerla mas larga, decidimos continuar viaje juntos. Una de mis opciones más tentadoras, coincidía exactamente con su plan de viaje, y así, tras meditarlo con la almohada como bien dice el refrán, a la mañana siguiente cerramos el trato, que incluía que yo debía esperarlo un mes a que el pudiera salir de viaje.

Esa misma mañana fui a Migraciones y conté mi historia para conseguir una prórroga en mi permiso de permanencia como turista, y de allí, directo al trabajo ya con todo mi equipaje. Le resumí a mi jefe las novedades, explicando que era mi ultimo dia de trabajo y que esa misma noche me iba de la ciudad. El, lejos de enojarse o siquiera sorprenderse, me paso un par de contactos en su amada Cartagena para conseguir trabajo.

Como había hecho buen dinero, y era de noche, decidí irme en colectivo, aunque no fue tan fácil pues todo estaba vendido ya, y hasta último momento, en que un pasajero no se presentó, no sabía si dormiría en la terminal o podría viajar.
A primera hora del día siguiente, arribe en Cartagena, y al retirar mi equipaje, estaba abierto y sin el dinero que había logrado juntar en Medellin; recuerdo que en ese momento me resultó irónico, había optado una vez más por el camino fácil, trabajar para otro, aun sabiendo que no es el camino correcto, pero aceptando que resulta en efecto, muy cómodo y seguro, y todo lo que gane de esa forma, lo perdí en solo un instante, como una lección.

Ahí mismo me comunique con Oscar, que tenía una cuenta falsa de Couchsurfing para atraer huéspedes a su Hostel, que de todas maneras era extremadamente barato, y me hospede allí cuatro noches mientras buscaba voluntariado.
Conoci en su casa, a un grupo de gente hermosa, Emilia de Formosa, con quien compartimos increíbles charlas, Gera de Neuquén con quien compartimos música y trabajamos juntos, y Sergio de Córdoba con quien compartimos la cocina y el placer por la comida.
Como es mi costumbre, al segundo dia en la ciudad, había conseguido trabajo, y no solo eso, sino el trabajo que quería, de bartender en una librería-café hermosisima, pero en la que lamentablemente pagaban menos de lo que yo podía ganar con la música, así que decidí rápidamente no caer en la tentación de lo cómodo otra vez, recordando mi reciente aprendizaje, y opte por volverme independiente y enfocarme en recuperar lo invertido en mi nuevo instrumento.

Ya tres dias habian pasado y aún no pisaba el agua salada que tanto anhele desde Medellín, asique Emilia me invitó a su playa favorita y fuimos unas horas a charlar y matear, con tanta suerte, que en plena luz del dia y cuando ya estábamos volviendo, de la arena salieron dos adolescentes armados con cuchillos caseros y al grito de “dame la mochila o te mato”. Pese a su estado de nervios, el joven Cartagenero fue muy conciso y convincente respecto de las opciones que me ofrecía, así que opte por la primera y se fueron corriendo. Aunque Emilia casi tuvo una breve desesperación a causa de la culpa de haberme sugerido ella aquella playa, le hice entender que solo era un hecho, de seguro necesario en la trama del destino, y que debíamos agradecer, que se conformó con la mochila, aunque lamentablemente no tenia nada que pudiera vender por mucho o pueda serle de gran utilidad:
A penas veinte mil pesos col que equivalen aproximadamente a 200 AR$, una cámara de fotos digital, de las normalitas, lentes de sol y protector solar, el termo, medio kilo de yerba y lo más doloroso de todo, mi mate, que había sido un regalo muy especial de una amiga a la que amo mucho, y por eso mismo me lo había regalado, pese a que era una reliquia de su abuela.
Sufrí más de lo que desearía admitir por la pérdida de aquel bien material, hasta que de a poco y con meditación, volví a los conceptos del desapego a lo material, y de aceptar que por algún motivo habría pasado.

Al día siguiente y para terminar por ahora, consegui voluntariar en el Music Hostel, donde los dueños, huéspedes y mayoría de voluntarios, eran músicos y había un ambiente muy agradable. Las tareas solo implicaban estar tranquilo en recepción durante seis horas al día en las que me la pase viendo series y películas, y a cambio me daban una cama en habitación con aire, desayuno y acceso a la lavandería. Además, me permitía acomodar los horarios para salir a tocar, con lo que me iba también muy bien.

Y una vez más, todo marchaba sobre ruedas.




Comentarios