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Hora de seguir viaje.

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Durante mi segunda semana en Cartagena, recibí la breve visita de Giulia, que fue una mágica sorpresa, aunque solo duro unas horas y dos días después, llegó David. Allí, empezamos casi enseguida a tocar juntos y de a poco a conocernos en ese aspecto para armar un buen producto que ofrecer en nuestro viaje. También conocí en esos días a Kahina, una francesa divina con quién nos entendíamos de primera como hermanos de toda la vida, o incluso de alguna otra. Delirabamos sobre cómo se puede salvar el mundo y cómo ayudar a la gente y pasábamos horas y horas desarrollando ideas y contando historias, recorriendo la ciudad en psicodélicos circuitos sin sentido aparente. Desde mí llegada, había querido ir a Barú, aquella isla caribeña que había conocido tantos años atrás casi desértica y pura, pero aún no había encontrado el momento. Una mañana sin previo aviso, apareció en mí hostel David con su equipaje y enojado, contándome que en el suyo le habían robado el teléfono. Lo invite a

De nuevo a tierra cálida y todo vuelve a cambiar

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Como les venia contando, todo iba de maravilla, pero como ya han de saber, en mi vida, en mi viaje, todo siempre tiende a girar una y otra vez, sobre su propio eje, pero esperen, que no quiero saltarme nada… En aquellas semanas, pocos días antes de la llegada de Sara, había llegado al hostal David, el nuevo voluntario argentino, con quién en pocos días, nos volvimos familia junto con Giulia, la primer huésped que conocí al llegar allí, y con la que empezamos a compartir todas las comidas y largas horas de charlas e infinitas risas. Fue con ellos, y gracias a ellos, que conocí los pocos aspectos turísticos de la ciudad que llegue a conocer, entre el trabajo y el voluntariado, y gracias a ellos también, que mis días fueron tan placenteros. - Click para ver el álbum de face.. - Cada dia, planeábamos una comida mas y mas rica, y esperabamos sorprender a los otros con algo para el postre o algo asi. Algunos al leerme, pueden pensar que exagero al utilizar la palabra

Medellín Vol.1

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Arribe en la ciudad de la eterna primavera, directo en la estación terminal del norte, conectada al centro y al resto del núcleo urbano por el maravilloso Metro. Pero aunque estuviera a solo un pasaje de cualquier punto de aquella metrópoli, aun no sabía adónde ir.  Había pasado el mediodía. Todos mis contactos de posibles hospedajes, incluyendo un voluntariado ya confirmado, se habían ido con mi celular, así como también, mi último efectivo. Por lo que solo pude apelar a la renombrada bondad antioqueña. Pregunte a un guardia donde podía encontrar un ciber y resumiendo la situación pedí por donación una hora de internet, para buscar soluciones. Escribí a todos los Host de Couchsourfing que pude, y a todos los voluntariados que encontré vigentes. Mientras esperaba respuestas, entre a mi face y envié mensaje a todos los hostels que encontré, pidiendo también voluntariado. Nunca logre perder la calma y la confianza en mi suerte, pero debo admitir que la ansiedad se hizo presen

Miércoles 31/10, desde el Hostel Raíz en Medellín

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Al día siguiente de lo último narrado, comenzó el festival. Las calles del Palenque de San Basilio se llenaron de gringos, europeos y argentinos en exceso. La mayoría en busca de fiesta, drogas y alcohol y con muy poco, o nada de interés por la cultura local, a diferencia de mi verdadero objetivo. Así comprendí, que con mi intención de aprender sobre el verdadero palenque, no había sido tan buena idea llegar allí en esa época, puesto que toda la escena era, como decimos en mi país, “for export”. La familia que me hospedaba, quiso intentar sacar provecho de la fiesta como el resto del pueblo, vendiendo alcohol y comida en la puerta, pero como no tenían nada de dinero para hacer una compra inicial, vieron pasar el primer día de fiesta de brazos cruzados. Cuando me explicaron la situación, mire en mi mochila con intención de ayudar y les presté los últimos cien mil pesos (US$30) que me quedaban y dos kilos de harina con los que viajaba como buen adicto al pan. Con eso, hicieron co

Martes 16/10, desde San Basilio de Palenque

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Pasadas un par de semanas, finalmente partí rumbo a Cartagena, aunque el rumbo cambio obre si mismo y nunca llegue allí.. El primer día fue bastante completo. Cuando baje de mi segundo colectivo en la rotonda de acceso al aeropuerto de Santa Marta, las nubes de la mañana ya se habían volado y brillaba un sol sofocante. De ahí, camine unos cuatro kilómetros hasta el lugar idóneo para hacer dedo, que no por casualidad coincidió con el límite de mis hombros y columna de soportar mi mochila. Al cabo de una hora aproximadamente, me levanto un señor en su auto que ya llevaba un pasajero del mismo carácter. El conductor era uribista y el copiloto antiuribisra, y bueno, solo para completar el cuadro, el que escribe, anarquista. Aún con algunos toques violentos, la conversación fue muy entretenida, a tal punto que nuestro chofer olvido esquivar uno de lo cientos de pozos que decoraban el pavimento y rompimos un amortiguador. Entre el ruido, averiguar de donde venía y sin éxito, in

Domingo 23/09, desde el Hostel Casa Land en Taganga

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Dicen que todo tiene un límite. Y el de mi estadía en aquel Hostel, hubiera sido ideal se remitiera a los quince días originales. Varias condiciones fueron cambiando, aunque no puedo presentar queja alguna respecto al paisaje y la vista desde cada una de sus terrazas, si podría mencionar que comenzaba a estar a disgusto por ejemplo, con las comidas, que en ese momento, por ser vegetariano, era solo arroz todos los días. El pueblo en si mismo, tenia un limite también. Los pescadores eran toscos y agresivos con lo que a ellos les pareciera un “gringo”, y las escasas cuadras del pueblo en que se podía evitar al menos por unos metros, enredarse en basura de todo tipo, ya las sabía de memoria. Así que decidí avanzar en la idea de retomar mi viaje. Pero esta vez, decidí no voluntariar. Empecé a soñar con un nuevo plan de viaje, que como suele ocurrir cuando el tiempo sobra, fue desmedido. De Taganga, pensé, desearía recorrer la Guajira antes de encarar el Pacífico, recorrer el desierto

Martes 11/09, desde el Hostel Casa Land en Taganga

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Llegue con mucha emoción de sentir de nuevo el calor en la piel. Desde el colectivo del aeropuerto al centro, se podía ver un hermoso, extenso y cálido mar. Pelícanos flotando a la espera de su pesca, y árboles de banana al costado de la ruta. Parecía el lugar que había estado esperando. Por algún motivo, traía una expectativa muy alta sobre este lugar, y una sensación mezclada con esperanza de que fuera mi lugar quizá, definitivo. Pero poco tardó en desmoronarse la idea. La ciudad era de por sí fea, pero no como otras, de abundante y repleta, sino de pobre y destruida. Calles quebradas y sin pavimentar, basura volando por todos lados y mucho caos. Normalmente esto no me molestaría, de hecho esperaría sentirme cómodo en un ambiente más humilde, pero todo esto distaba en demasía de la imagen que había proyectado en mi mente, y como saben, no existe nada mas dañino, que una expectativa alta. Contento y aun con esperanza, tome el segundo colectivo para salir de Santa Marta e ir a Ta

Jueves 7/09, desde el avión a Santa Marta

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En la caótica Manaos, nos busco en el aeropuerto Hugo, un couchsourfer que yo había contactado días antes, asegurándome, como único requisito, que hablase español. Nos llevó a su casa advirtiendo de las escasas comodidades, lo que francamente, solo eran mentiras. La casa nos esperaba con una habitación con dos camas ya preparadas y baño privado, llegamos tarde y sin hambre, pero nuestro anfitrión nos invitó unas cervezas en el balcón de su casa que miraba la profundidad de la selva amazónica. Además, y solo por mencionar, la casa era todo lujo, incluyendo una piscina preciosa y limpia compartida con un solo vecino que por si fuera poco, nos regaló algo de yerba que tenía guardada. Temprano, a la mañana siguiente, fuimos al puerto a comprar nuestros pasajes del barco, las hamacas, mosquiteros, y alguna que otra cosa para el viaje. En efecto esta fue una de las ciudades más caóticas, desordenadas y sucias que haya conocido, compartiendo el podio con La Paz, Bolivia y Ciudad del Est

Martes 28/08, escrito en Manaos

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22 días pasaron desde que escribí en este diario. 22 días y mucho más que 22 historias... Salimos a dedo de Zárate a Entre Ríos, bastante rápido el primer trecho, pero después quedamos varados varias horas.. En este periodo perdí mi teléfono, imagino que en uno de los camiones. El siguiente en levantarnos, nos llevó directo a Puerto Alegre, dejando atrás nuestros planes de visitar amigos, familia, conocer las cataratas, el Moconá, y fundamentalmente, comprar yerba. Pese a mi reflexión anterior sobre el frío, esa noche la pasamos mal por su causa. Y contando las monedas, decidimos tomar un vuelo directo al calor. Durante estos días mi estado anímico no fue el mejor, como consecuencia de mi paso y despedida de aquella ciudad del pecado que tantas veces me había tentado y marcado, pero poco a poco, fui cerrando la herida, dejando a la vida avanzar. Llegamos de noche a Salvador de Bahía, ya transpirando bajo la opresión del equipaje excesivo, buscamos lo más parecido a