Hora de seguir viaje.
Durante mi segunda semana en Cartagena, recibí la breve visita de Giulia, que fue una mágica sorpresa, aunque solo duro unas horas y dos días después, llegó David. Allí, empezamos casi enseguida a tocar juntos y de a poco a conocernos en ese aspecto para armar un buen producto que ofrecer en nuestro viaje. También conocí en esos días a Kahina, una francesa divina con quién nos entendíamos de primera como hermanos de toda la vida, o incluso de alguna otra. Delirabamos sobre cómo se puede salvar el mundo y cómo ayudar a la gente y pasábamos horas y horas desarrollando ideas y contando historias, recorriendo la ciudad en psicodélicos circuitos sin sentido aparente. Desde mí llegada, había querido ir a Barú, aquella isla caribeña que había conocido tantos años atrás casi desértica y pura, pero aún no había encontrado el momento. Una mañana sin previo aviso, apareció en mí hostel David con su equipaje y enojado, contándome que en el suyo le habían robado el teléfono. Lo invite a